14/07/2008
El Gobierno ruandés, inculpado por los asesinatos de nueve
cooperantes españoles
Resolución pionera de la Audiencia Nacional
Casi un millón de personas murieron durante el genocidio de Ruanda y por culpa de los
enfrentamientos entre hutus y tutsis. Seis millones más de rwandeses y congoleses han
perdido violentamente la vida desde 1990, tras la invasión del país del Frente Patriótico
Rwandés (FPR/APR). Durante aquellos tristes años de la década pasada, nueve
españoles perdieron su vida, por la única razón de ser testigos incómodos de las
matanzas indiscriminadas del FPR, Recientemente un juez español de la Audiencia
Nacional, Fernando Andreu, no sólo ha escuchado a las víctimas sino que ha imputado
crímenes contra la humanidad a 40 miembros del FPR, dictando orden de arresto
internacional contra ellos. Ironías del destino han querido que cinco de ellos ocupen
cargos “pacificadores” en la ONU, como en Darfur y Nepal, y uno más sea embajador
ruandés en la India. Ahora es al Gobierno español al que le toca mover ficha y reclamar
a esos culpables.
MARCOS PARADINAS
Un objetivo de tanta envergadura, como es el llevar la justicia a un lugar tan
lejano y tan reprimido como es Ruanda y la RD del Congo, merecía la
iniciativa de un grupo con un nombre contundente, que mostrase las grandes
miras por las que lucha: Forum Internacional para la Verdad y la Justicia en el
África de los Grandes Lagos. Su alma es Juan Carrero, candidato al premio
Nobel de la Paz desde 2000, y el músculo es Jordi Palou-Loverdos, abogado
penalista especialista en derechos humanos y en resolución pacífica de
conflictos. Juntos han llegado hasta el Senado de la mano del senador Pere
Santol para instar al Gobierno de España a que se implique en el caso de los
criminales instalados en la ONU, han comenzado a sentar las bases para la
paz en Ruanda y sobre todo les han devuelto la dignidad a unas víctimas que
lo habían perdido todo.
Historia de una manipulación
La historia de Ruanda es la de dos tribus enfrentadas: Los hutus y los tutsis.
Tras siglos de vasallaje y menosprecio por parte de la minoría tutsi, que
dominaba a los hutus considerándoles una casta inferior, el colonialismo llegó
a África Central. Las potencias europeas mantuvieron en su favor este orden
hasta que no les benefició y auparon al poder a la etnia hutu, que consiguió la
independencia de Ruanda en 1962. Ya en 1990 exiliados tutsi, que ocupaban
el FPR, invadieron el país, provocando una falsa apertura política, que
finalmente desembocaría en un atentado terrorista que acabó con la vida de
los dos presidentes hutus de Rwanda y Burundi y el cruel genocidio
perpetrado por hutus extremistas en 1994. Finalmente, tutsis extremistas
lograron alzarse con el poder, que mantienen hasta hoy,
Las muertes españolas
Esta es, resumida, la historia de algunos hechos destacados en África Central.
Pero en medio queda el silencio de cientos de miles de víctimas, repartidas
entre unos vencedores y unos vencidos que se han intercambiado los roles a
lo largo de los años. Inmersos en aquel conflicto se encontraban nueve
españoles que iban a sacrificar sus vidas por proteger a los de siempre, a los
más débiles. En abril del 1994 era secuestrado y torturado el sacerdote
Joaquim Vallmajó. Dos años después le seguirían cuatro religiosos que
colaboraban en uno de los muchos campos de refugiados de Zaire que fueron
objeto de matanzas sistemáticas por el FPR/APR: Servando Mayor, Julio
Rodríguez, Miguel Ángel Isla Lucio y Fernando de la Fuente. Después, Flors
Sirera, Manuel Madrazo y Luis Valtueña, cooperantes todos, serían asesinados
a principios de 1997. Y ya en 2000, el sacerdote Isidro Uzcudún cerraría la
trágica lista con una bala en la boca.
La casa del pueblo
Juan y Jordi, acompañados por Irma Rognoni, también abogada del Forum,
llegaron el día 11 de junio al Senado, la casa del pueblo, para extender aún
más la voz de las víctimas. Sería Pere Sampol, senador por las Islas Baleares,
quien se encargaría de lanzar la pregunta al ministro de Justicia, Fernández
Bermejo: “En función de la resolución de la Audiencia Nacional, ¿piensa el
Gobierno solicitar la entrega inmediata a la INTERPOL del embajador ruandés
en India y de los cinco imputados que trabajan para la ONU?” No parece una
labor difícil, dado que otros países como Canadá ya la han llevado a cabo en
apoyo a sus propias víctimas en el conflicto.
¿ Estará el Gobierno de España a la altura de las circunstancias?
Sin embargo, Bermejo responde con acritud y sospecha de que la verdadera
intención del senador sea la de “minimizar la actuación de la justicia”.
También le recuerda que “esto sí es un Estado de Derecho” y que “el Gobierno
español está haciendo lo que tiene que hacer en el momento en que lo tiene
que hacer”. Conclusión del ministro: “Cada cosa a su tiempo”. Al salir del
pleno, Jordi y Juan atienden a los medios. La importancia de su causa les
lleva a estar acostumbrados a encontrarse con las frías barreras de la
diplomacia y los intereses internacionales. Ese “tiempo” del que habla el
Ministro, ya ha llegado. Interpol ha pedido al Ministerio de Asuntos Exteriores
un informe sobre la posible falta de inmunidad de los seis imputados
rwandeses que trabajan para la ONU y el embajador rwandés en la Índia.
“Este momento es crucial para la causa”, señalan Juan y Jordi. Y el Ministro
parece desconocer esta importante petición al Gobierno. En Interpol todos
miran a España ahora. “España es un referente en esta cuestión, pero es
importante que lo sea más”, pide Juan y añade una reflexión: “No se
permitiría que seis asesinos de ETA estuvieran deambulando por terceros
países con la soberbia que llevan estos personajes”.
La lucha por la dignidad
Minutos más tarde, la intimidad de la cafetería del Senado nos permite hablar
a solas con ellos y descubrimos la verdadera profundidad de su tarea, que va
mucho más allá de la triste muerte de los cooperantes españoles. “Es una
lucha por la dignidad de los pueblos”, concreta Juan, “luchar por mostrar que
los supuestos liberadores son también genocidas y que los hutus también han
sido víctimas”. El concepto de “dignidad” impregna su pensamiento y es el
leitmotiv de una causa que busca, como fin último, la paz entre los rwandeses
“Si se les da esa recuperación de la dignidad, ellos tienen como pueblo
suficiente energía para marcar el futuro”.
Juan y Jordi, Jordi y Juan
Juan cede la palabra a Jordi y dedica toda su atención a las patatas fritas del
aperitivo. Las come despacio, con una calma y una dedicación que sólo puede
mostrar quien en 1997 pasó 42 días de ayuno voluntario frente al Consejo de
Ministros de la Unión Europea por la situación en Ruanda y los ataques con
armamento pesado a los campos de refugiados rwandeses en Zaire. Esa
entereza que le llevó a ser candidato al premio Nobel se nota también en
Jordi, que mezcla su amplio conocimiento en Derecho Internacional con frases
cargadas de pacifismo y esperanza. “Nos centramos en que se conozca la
verdad, como instrumento de resolución pacífica de este conflicto”. A partir de
aquí deben ser los rwandeses lo que deban decidir qué se hace con esta
verdad.
La justicia universal
El representante legal del Forum explica el concepto de justicia universal con
la naturalidad de quien lleva años dedicándose a resolver conflictos de este
calibre. “Ruanda no está capacitada para investigar, procesar y enjuiciar a
estos crímenes que se cometieron” pero asegura que “hablamos de crímenes
de genocidio, que es la primera convención tras la II Guerra Mundial y de los
Convenios de Ginebra, que son los crímenes de guerra” de aplicación en caso
todos los países del mundo. En síntesis, el concepto de justicia universal es
una potestad recogida en la legislación española y que permite al juez español
a investigar y enjuiciar los crímenes internacionales más graves cometidos en
cualquier parte del mundo.
Primeras consecuencias
Las consecuencias de sus acciones ya pueden observarse. El diálogo en
Ruanda empieza a fructificar. Los asesinos, afincados en el poder, ven
amenazada su hegemonía y reprimen a la prensa, como al periodista
Bonaventure Bizumuremyi y a su diario Umuco, al que hostigan y amenazan
por publicar información contra el FPR, y en concreto atreverse por fin a
hablar de las víctimas españolas. Y lo más importante de todo, el despertar de
la justicia ruandesa. El 11 de junio, mientras la visita al Senado tenía lugar,
Ruanda decidía procesar por primera vez a cuatro militares del FPR en el
poder por la muerte de tres obispos y nueve sacerdotes, hecho investigado
por el juez español. Entre los imputados está Wilson Gumisiriza, uno de los 40
miembros de los que el juez español pidió su captura. “Aunque es un tímido
paso, ya que Rwanda no ha detenido a los altos responsables del FPR de este
crimen, este paso era impensable sólo hace unos meses, antes de la
resolución del juez Andreu”, añaden.
La persecución de una utopía
El periodista José Yoldi calificaba la justicia universal como “lo más parecido a
la persecución de una utopía porque los resultados son desesperantes”, y no
es para menos. Por ejemplo, uno de los mayores instigadores de las
matanzas, el actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, no puede ser
procesado por su inmunidad soberana. “El mensaje que había hasta ahora”
explica Jordi , “es que podían hacer lo que se les antojara, ya que nadie se
atrevía a tocarlos”. “Hoy ya saben que como mínimo hay un juez español que
ha dado un paso importante para que esa impunidad no continúe”, avisan.
Alguien me escucha
Yoldi añadía un pero a su pesimismo por la justicia universal. “Lo único
impagable es ver en la cara de los torturados la esperanza en que alguien,
algún día, les hará justicia”. Jordi retrata este sentimiento de una manera
breve: “Tras declarar ante el juez, dicen ‘después de tantos años, después de
2000 kilómetros huyendo de los ataques que querían matarme, por primera
vez alguien con autoridad me escucha y me reconoce como víctima. Existo en
el mundo, me vuelvo a considerar persona a partir de este momento’”.
“Por fin volvían a estar juntos”
La realidad es que este pequeño paso ha servido para resolver las diferencias
entre hutus y tutsis sin recurrir a metralletas ni machetes. Simplemente
sintiéndose escuchadas ambas partes. “No te puedes imaginar la alegría que
había después del auto del juez. Era la primera celebración pública conjunta
en 14 años”, cuenta Juan, e Irma concluye esta historia: “Veías como se
abrazaban y se hablaban. Por fin hutus y tutsis volvían a estar juntos”.